viernes, 21 de mayo de 2010

Entrenudos

Me pregunto cuánto aguanta un pedazo de tela al deshilacharse. Existen muchos tipos de telas: de seda, de lino, de raso, de satén. Me pregunto cuánto aguanta el final del jean sin ruedo al caminar, siempre terminan sucios y arrastrados por el piso, pero llegan hasta la meta sin deshilacharse del todo. Debe ser una suerte ser jean. Todo cambia cuando eres un pequeño lazo de seda, una cinta insignificante, hoy tiré un lacito de seda a la basura, solo halé un poquito y la cadena continuó, sin parar, en una cadena de emociones como pequeños vagones triunfantes. Intenté prenderle fuego al lazo para bloquearle el paso al enemigo, pero sólo conseguí quemarme las manos, pedí ayuda y me quemaron el lazo. Es por eso que lo he tirado a la basura. No había quedado tan feo después de todo, solo algo mallugado pero aún tenía unos cuantos nudos. Quedaron Unos dos o tres al menos. Pocos, pero imposibles de desanudar, no lo he intentado yo misma está claro. Es peligroso. Sería como arrebatarle el súper-poder al sumiso lazo del cual hablamos. No. Lazo iba de mano en mano, de inmaculadas manos sucias a corruptas manos limpias, manos rígidas, manos blancas y negras, manos que prenden y apagan y quizás unos cuantos dientes, dientes torcidos, dientes gigantes, dientes desnudos y mecánicos y quizás, un par de colmillos. Pero entre manos y dientes, Lazo impecablemente sucio, deshilachado y mordido parece resistirse al apañe. Tanta fue mi curiosidad que volví a buscar en la basura mi pequeño lazo sucio e indestructible, me lo até a la muñeca y a partir de ahora lo llevo conmigo hasta el fin de los tiempos, porque no lo puedo desatar.

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